time goes by

Cada día pienso de forma recurrente en el tiempo que nos queda por vivir. No negaré que ambos tenemos una vida feliz y no tenemos demasiadas razones para quejarnos (debería hablar de mi, y no por ella), pero cuando veo pasar el tiempo, hojeando fotos de los últimos años, me invade la ansiedad que me da la consciencia  de saberme lejos de su lado.

No puedo negar que pienso en ella con pasión, y eso incluye algunas escenas en las que nuestros cuerpos se funden en algo más que un simple abrazo, y su cuerpo es deseo para mi, cada día que pasa siento más amor y deseo hacia ella, a partes desiguales. Mi gran y oculto deseo es estar con ella, estar y sentir, pero sobre todo estar. Y veo que pasan los años y ese deseo se torna imposible, como en realidad lo ha sido siempre, desde antes de conocernos.


La angustia de ver pasar los años, de sentir cómo la vida va llevándonos a la madurez donde seguramente acabará difuminándose incluso el deseo que ella me inspira inconscientemente, me hace sentir dolor, ansiedad y resignación. Me siento naturalmente incapaz de cambiar la historia, el curso de los acontecimientos, incapaz de volver atrás...

En cualquier caso sé que nada de eso sería suficiente para haber acabado en su hogar, en su cama. Imagino que el destino quería llevarnos por caminos diferentes, con la leve coincidencia de ser sólo -nada menos- que cuñados. Sin embargo, en ocasiones daría cualquier cosa por poder detener el tiempo, y aunque sólo fuese unos segundos estar delante suyo y sentir su aliento, sus labios contra los míos. Tan sólo eso, nada más. Y nada menos.

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